miércoles, 21 de septiembre de 2011

EL ACOSO MORAL Y SEXUAL EN EL ÁMBITO LABORAL



EL ACOSO; PARTE II

Eugenia era una joven preciosa. Era hija de un matrimonio perteneciente a una "familia bien". Su padre era un profesor universitario y ocupaban una buena posición social en aquella España de los años 70. Esta historia transcurrió en una pequeña ciudad de provincias, donde se valoraba tanto, el "tanto tienes tanto vales".
Vivían sin estrecheces y criaban y educaban a sus hijos  en buenos colegios, dándoles todas las oportunidades que entonces se tenían como prioritarias.
Eugenia, la mayor se educó en un colegio de monjas y recibió una esmerada y completa preparación, para lo que supuestamente iba a necesitar en el futuro.



Pero la suerte de la familia se truncó bruscamente con el fallecimiento repentino del padre. Un infarto de miocardio se lo llevó, una aciaga mañana de Otoño.
La madre se quedó con un montón de hijos pequeños y ningún ingreso, a excepción de una pequeña pensión, de la noche a la mañana.
Eugenia tenía entonces 19 años y un novio formal de  buena familia, que estudiaba la carrera de abogado en una universidad de Madrid.

Ni por asomo ellas habían pensado que, semejante situación se pudiera dar en sus vidas. Eugenia oía a su madre llorar y lamentarse a todas horas, las reservas económicas fueron menguando y el nivel de vida cayó bruscamente hasta casi rozar la indigencia.
Malvendieron la casa donde vivían y se trasladaron a un barrio periférico, mas económico.
Ni aún así solucionaron la situación. La familia que al principio les había ayudado, poco a poco fue poniendo distancias. No tardaron mucho en verse sin ingresos y sin apenas poder comer.
Eugenia empezó a buscar trabajo aconsejada por una antigua amiga, que veía como sufría y como se hundía la familia.

Dadas las otrora buenas relaciones de la familia con lo mejor de la sociedad, Eugenia encontró trabajo en una joyería muy famosa y antigua donde la clientela era la "creme de la creme". Ella con sus bueno modales y su exquisita educación era idónea para atender a las exigentes clientes. Al principio todo fue inmejorable. Los dueños de la joyería estaban encantados con aquella dependienta tan guapa, fina y educada.
Las ventas iban muy bien y la joyería incrementó sus ganancias considerablemente. Muchos señores iban a comprar joyas a sus esposas personalmente, solo para ver a la "niña de Soriano" y para ser atendidos por ella.

 La dueña del establecimiento estaba casada con un inútil, que no trabajaba ni ejercía actividad alguna. Solo aparecía por el local de vez en cuando para pavonearse y vaciar la caja. Su esposa era la entendida en gemas y había heredado el negocio de su familia. Le aguantaba y mantenía por el que dirán, pero hacia mucho tiempo que el amor había desaparecido entre la pareja.


Andrés, que así se llamaba el marido, cuando vio a Eugenia empezó a visitar el comercio a diario. Se dedicaba más que nada, a decir piropos a la joven y a lanzarle sutiles insinuaciones. La muchacha, estaba a todas horas esquivando sus babosas miradas y lascivas insinuaciones. Como aquella estrategia no daba resultado, empezó a toquetearla en cuanto veía la oportunidad, acorralandola en la trastienda y no dejándola ni un momento en paz.
Eugenia no sabia como frenar aquella situación. Empezó a vestirse como si de una viuda se tratara. Se cubría todo lo que podía, bajó el borde de sus vestidos, dejó de maquillarse y procuraba que su aspecto fuera poco atractivo. Ella se sentía culpable de aquella situación y creía que si iba poco atractiva, su jefe dejaría de sentir interés por ella. No sirvió de nada; el individuo acostumbrado a hacer lo que quería no podía soportar que su empleada le dijera "No".Eugenia en su situación no podía dejar el trabajo, ya que era el único ingreso que entraba en su casa y gracias a el, podían subsistir.
Fue decayendo y perdiendo lozanía, apenas dormía, dejó de comer y adelgazó considerablemente.

Un día su jefa la llamó al orden por su desmejorado aspecto, y ella empezó a llorar desconsoladamente. La mujer se alarmó ante aquel estallido y le preguntó si estaba enferma. Eugenia ya no pudo más y de forma vehemente le contó a la mujer lo que ocurría.
Ella, en el primer momento se quedó callada. Sabía que su marido era un vividor y un sinvergüenza, pero ella guardaba las apariencias, que en su escala de valores era básico y fundamental. "Lealtad", le llamaban entonces a esta actitud, que consistía en detestar a la pareja, pero fingir que era maravillosa.
En aquel momento entró Andrés en la Joyería y su mujer le dijo: Mira lo que me cuenta Eugenia, ¿que tienes que decir?; él por supuesto lo negó y le dio la versión contraria " que era ella quien le acosaba a él, bla,bla,bla,bla." La mujer por supuesto no le creyó pero fingió creerle. No despidió a Eugenia en ese momento, ya que no convenía a sus planes, pero a partir de entonces, ambos, cada uno por su cuenta se dedicaron a desprestigiar a la muchacha en cualquier momento y ocasión. Ella contaba como acosaba a su marido, "que era una desvergonzada y una descarada" y que no la echaba a la calle por que le daba pena de su pobre madre.

 Andrés por su parte, contaba las veces que había estado con ella, que era una bomba sexual, etc.
Eugenia quedó desprestigiada en toda la ciudad. Pronto no se hablaba de otra cosa que de su desvergüenza. Su novio que se enteró de los cotilleos, la dejó sin darle ninguna explicación y a los pocos meses, su cabeza hizo cracc.Tuvo que ser ingresada en una clínica psiquiátrica, ya que intentó suicidarse tomando varios frascos de pastillas.


Le salvaron la vida de milagro. Estuvo con una fuerte depresión durante varios meses. Su madre fue la única persona que la creyó y aquella tragedia le sirvió para reaccionar y sacudirse sus propios problemas y darle prioridad a los de su hija. Se puso a trabajar, haciendo repostería, que era buena y le fue bien. Fue progresando y montaron un pequeño establecimiento de pastelería que ella misma gestionaba, y poco a poco fueron saliendo adelante. Eugenia, fue recobrándose. La situación se fue normalizando. El apoyo familiar fue decisivo para su recuperación, iba mejorando y al cabo de unos meses ya  ayudaba a su madre en el negocio. Al poco tiempo, como el negocio iba bien, montaron otro local y así, su situación fue cambiando y mejorando.

Los joyeros se separaron al poco tiempo. Andrés dejó embarazada a la hija de unos amigos y el escandalo que se ocasionó fue mayúsculo.
Eugenia salió tocada de aquella experiencia. Nunca volvió a ser la misma. Siempre iba vestida de negro y con la falda por debajo de las rodillas. Ni siquiera aquella vestimenta podía ocultar su rutilante belleza. Cuando paseaba por la Gran Vía, todos los ojos se volvían a mirarla.
Cuando ya rebasaba los 30 años, fue cortejada por un señor viudo con varios hijos, que ejercía como catedrático en la universidad. Este señor había sido alumno de su padre. Se casaron y abandonaron la ciudad, sin que nadie, excepto su familia supiera su nuevo destino.
AMIGOS: Esta es una historia real, en la cuál los nombres verdaderos han sido omitidos. Yo personalmente conocí a esta joven y vi como esta situación de acoso destrozó su vida

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