lunes, 28 de noviembre de 2011

LA GRANJA FELIZ: CAP.IV


Manuela y Rufo empollaron amorosamente  sus huevos y en el tiempo reglamentario les nacieron doce pollitos  gordos y sanos, que eran la envidia de todo el corral. Manuela había salido del trance un poco débil y Perico la cuidaba y alimentaba con mimo.

Entre ambos había nacido una sincera amistad y se comunicaban muy bien, ya que tenían una forma de ver las cosas muy parecida y esta coincidencia hacia que buscaran su mutua compañía, a esto se unía la facultad de comunicarse verbalmente, cosa insólita y nunca conocida hasta entonces. Rufo se pavoneaba por el corral con su hermoso y reluciente plumaje, emitiendo su kikirikiiiiiii, con más fuerza que nunca, encantado con su Manuela y sus pollitos.


Berta, Loles y Marujita estaban que trinaba, no podían soportar la felicidad de su eterna rival, y la envidia las carcomía. Mas feas y despeluchadas que nunca, estaban todo el día tramando e ideando maldades que apenas surtían efecto en Manuela y Rufo, pues ellos ya estaban al tanto de su ralea y no se separaban de sus hijitos.
A tal punto llegaron sus enfermizos celos, que un día decidieron consultar con una gallina vieja y medio loca llamada Majarona y con su marido, un gallo viejo y pelón llamado Casimiro que, vivían en un rincón apartado del corral y que eran temidos por todos por su maldad y fama de perversos.
Una vez le explicaron a que habían ido, la vieja gallina cegata, les exigió que en pago a sus consejos tenían que darle la mitad de su comida diaria, y solo entonces se digno prestarles su atención.
Una vez cerrado el trato, Majarona les aconsejó que junto con el gato Pancho le tendieran una trampa a Manuela cuando saliera de paseo con sus hijitos, y que les quitaran a dos de los polluelos mas rollizos. Esto haría llorar de dolor a sus padres y así ellas vengativas y malvadas tendrían su revancha.

Muy contentas por el plan, una vez terminó la entrevista, se dirigieron a entrevistarse con el gato que como siempre estaba tomando el sol y haciendo el vago. 

Pancho desde que había sido padre estaba un poco menos  en contacto con las gallinas. Su hermosa compañera Mimí le acaparaba casi todo el tiempo. El estaba locamente enamorado de ella, pero ella no tanto de él. Su zafiedad y malas artes chocaban con la exquisita educación de la bella gatita. Ella intentaba educarle, pero las  malas costumbres prevalecían a pesar de todo. A sus hijitos no les hacia mucho caso, pero al menos ya no era tan taimado y sinvergüenza como antes.

 Cuando vio venir a las tres aves se quedó un poco extrañado de su visita, pero la curiosidad le pudo más y cuando éstas  le contaron los planes, sin pensárselo dos veces, dijo que estaba dispuesto a colaborar.
 Una vez tratados los últimos detalles se dispusieron a buscar el momento oportuno para ejecutar su plan.
 ¡¡Ah!! pero lo que los malvados no habían previsto era que los palomos Cuquito y Blanquito lo habían oído todo desde su palomar y raudos y veloces se pusieron en contacto con nuestros amigos

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