viernes, 29 de junio de 2012

EL YERNÍSIMO

Galería de personajillos detestables.




Érase una vez un rubio y guapo muchacho que jugaba a la pelotilla en un equipo de renombre. No debía de hacerlo mal del todo, pues formó parte de la selección nacional del Reino, para representarlo en unas Olimpiadas celebradas al otro lado del mundo.

Cómo llegaron a la final y les iban a dar su medallita y todo, se vieron sorprendidos con la agradable presencia de la hija del Rey del citado Reino.
La Rubia Princesa que ya andaba por lo treintaitantos años y aun no había matrimoniado, quedó impactada de inmediato por el rubio y guapo jugador que era el capitán del equipo. 


Y fue allí entre pelotas y medallas donde la Princesita "perdió el sentio del tó ". El rubio jugador que tenía una novia desde hacía bastantes años y estaba a punto de casarse con ella, también debió quedar prendado de la princesa ya que abandonó a su novia de siempre para irse con ella.

Al poco tiempo anunciaron el compromiso y celebraron los esponsales con gran pompa y esplendor. Contaron con la asistencia de numerosos reyes y princesas de los países vecinos que dieron lustre al evento. Todo parecía un cuento de hadas y el rubio nuevo príncipe lucía como un Apolo redivivo.

 Se establecieron en la ciudad donde ambos vivían, y pronto empezaron a traer al mundo tiernos y rubios infantitos, que hacían las delicias de todos.


¡La vida les sonreía, todo era idílico, maravilloso!.
Pronto se supo la noticia de que la feliz familia había adquirido un hermoso palacete en la mejor zona de la ciudad, que por supuesto valía una millonada.


La gente de a pie empezó a preguntarse,(mal pensados que son ellos) de donde sacaban tanto dinero. Al Príncipe Consorte no se le conocía oficio desde que abandonó el deporte, y la Rubia Princesa sólo con su trabajo en la "Fundación La Cajita" tampoco podía costear aquel "nivel".


Muchos pensaron que sería el papá de la Rubia Princesa quien les daba el dinerillo, pero no.¡Que va!.
Un buen día aparece en la prensa la noticia de que la Rubia Princesa y su familia se trasladaban a vivir al otro lado del mundo.¡Cómo era posible?. ¡Que penita, que dolor!.


Los ciudadanos se preguntaban asombrados cómo se iban a ir tan lejos. Los más fervorosos admiradores de la Monarquía se mesaban los cabellos aterrados con la noticia. ¿que estaba pasando?.

Coincidió esta noticia con otro insistente runrún que cada vez era  más persistente, que decía que el Rubio Príncipe Consorte estaba metido hasta el cuello en oscuros asuntos de dinero, y que su Real Suegro le ordeno poner el océano por medio.


Lo que tenía montado el Rubio Príncipe Consorte, era un tinglado para llevarse montones de dinero de las arcas públicas por la jeta. Hacía el paripé de realizar unos informes y se los vendía a los políticos del lugar, como si fueran el Códice Calixtino. Fundaba oenegés sin animo de lucro y se llevaba los dineros para repartírselos con su socio etc.

Los interesados políticos fingían que se lo creían, ya que había que estar a bien con el yernisimo y todos contentos. ¿ Todos? ¡¡¡No!!!. Los ciudadanos de a pie, los que trabajan y se ven negros para llegar a fin de mes no están contentos. Quieren que el presunto delincuente devuelva todo lo que se ha llevado, lo juzguen y lo condenen cómo a cualquier otro ciudadano que cometa un hecho similar. A él, a su socio, y por supuesto a la Rubia Princesa, porque no hay quien se trague que la misma, no sabía lo que su cónyuge hacía. Entonces y sólo entonces, podrán decir que en éste Reino, la Justicia es ciega.


Queridos lectores: creo que será mejor que esperemos este juicio sentados, porque en el mejor de los casos tardará aaaaaaños en llegar a los Tribunales, y seguro que el resultado tampoco es el esperado.
FIN



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