sábado, 7 de diciembre de 2013

CUENTO DE NAVIDAD

     MARÍA LA CASTAÑERA
 
Mi vecina María se jubiló a los 70 años, después de una vida llena de esfuerzo y visicitudes. Ella sola tuvo que criar a sus cuatro hijos y trabajar toda su vida desde que era niña, pero ¡por fin! le llegaba el ansiado retiro. Muy contenta me invitó a su casa para darme la buena nueva, e invitarme a un café.
 


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María es una mujer especial; bondadosa y servicial. Siempre tiene una palabra amable y un cariñoso saludo para todo el mundo. En nuestro barrio todos la conocen porque ha regentado un puesto de chucherías y castañas asadas, toda su vida. El Ayuntamiento se lo concedió cuando quedó viuda.
¡Castañas asadas! ¡A la rica castaña calentita! Gritaba una y otra vez, para atraer a los transeúntes.
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Todos acudíamos a comprar, pues las preparaba de una forma especial. Su género era el mejor y su simpatía y afabilidad atraían a los clientes. Todos queríamos a María.
Quedó viuda muy joven con sus cuatro hijos pequeños, pero ella trabajó duro para que nada les faltara. 
Los educó, les inculcó el afán por saber y el ansia de progresar, y Dios, premió tanto esfuerzo y tanto trabajo concediéndole unos hijos maravillosos y bien educados. Los cuatro estudiaron y se hicieron personas de provecho.
Ella sonreía orgullosa cada vez que hablaba de sus logros y todos la que la queremos, nos alegrábamos con ella.
Los cuatro encontraron trabajo, se casaron, tuvieron hijos y progresaron. Todo fue bien durante unos años en los cuales, todo parecía fácil. Había trabajo de sobra, todos los comercios buscaban personal, y la abundancia de ropa, comida,y coches nuevos y relucientes, cegaban nuestra vista, haciéndonos vivir el sueño de que éramos ricos.
Nuestros Gobernantes derrochaban el dinero alegremente en múltiples bobadas. Se hicieron obras y más obras. Unas eran necesarias; otras absurda y carentes de sentido.

Empezaron a llegar gran cantidad de inmigrantes atraídos por la oferta de empleo y por primera vez nuestra amiga pudo permitirse contratar a una persona para que la ayudara unas horas, y la descargara de tanto trabajo.

De pronto todos empezamos a oír algo sobre una "crisis" que se avecinaba y que al parecer, nuestros gobernantes tenían que atajar. La Oposición reprochaba al Gobierno la ocultación de dicha crisis. El Gobierno nos decía que era una falacia y que la economía estaba mejor que nunca etc.

Un día mi vecina me preguntó mi opinión y yo no supe que decirle. Ella estaba asustada por los incesantes rumores y temía por sus hijos; todos estaban endeudados con los bancos. Habían comprado sus casas contratando grandes hipotecas que tendrían que arrastrar durante cuarenta años.

La primera señal de alarma llegó cuando su hijo Carlos padre de una niña, fue despedido de su empresa de la noche a la mañana. Después le siguió Jorge, luego Ángela y por ultimo, Juan.
Aguantaron durante unos meses con el paro y algunos pequeños ahorros pero al final, fue María, su madre, la que acudió a socorrerles con sus ahorros.




 








Cuando estos se agotaron, ella ya no pudo seguir dándoles dinero; solo le quedaba su casa y sus pequeños ingresos. No obstante, preparaba todos los días la comida para que ellos al menos, pudieran comer caliente. 
Juan encontró algún trabajo esporádico como barrendero y camarero. Él, que había sido un economista brillante, de pronto, se vio barriendo las aceras de la calle. Carlos probó suerte en Alemania y allí sigue trabajando en lo que le ofrecen, separado de su mujer y de su hija que ahora viven con los padres de ella. Jorge y Ángela, han perdido sus casas y se han refugiado con sus familias, en la casa de María.
Mi vecina cobra 800 € de pensión y con ellos da de comer a sus hijos y nietos, ocho personas en total. Por primera vez he visto a María triste y sin ganas de vivir. Un día la vi con su carrito, en una larga fila delante de la Parroquia, para conseguir comida.
Mi alma se partió en dos cuando la observé, y por delicadeza hacia ella, fingí mirar para otro lado para que no viera que yo estaba al tanto de su penuria.


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A sus setenta y tres años María intentó que el Ayuntamiento le restituyera el permiso de explotación de su puesto de castañas, para intentar ganar algún dinero que aliviara su situación. Más el responsable de estos permisos ya no era el mismo que ella conocía, y ahora el puesto de María es regentado por un enchufado del actual preboste.
Mi amiga ha perdido la fe en los seres humanos, y llora amargamente, por el incierto futuro de sus maravillosos hijos. Esos hijos que ella crió con tanto esfuerzo y trabajo.
A nosotros sus amigos, nos duele sobremanera verla en esa situación y un día nos reunimos para hablar de ello, y ver de que forma la podríamos ayudar. Decidimos prescindir de los regalos navideños y emplear ese dinero en regalarle una hermosa cesta llena de cosas ricas, para que pueda celebrar la Nochebuena como ella se merece.
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La situación de esta familia nos ha hecho recapacitar y darnos cuenta de que no hay que ir a otros continentes para ayudar a la gente; lo podemos hacer aquí, en la gran ciudad, en nuestro barrio, en nuestro edificio....
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Por eso yo, al próximo Año Nuevo, solo le pido salud, trabajo, y esperanza para todos mis conciudadanos, y que nunca jamás, tengamos que vivir otra situación como esta.
 
 
FIN



domingo, 22 de septiembre de 2013

EL BURRO CATALÁN QUE SE CREÍA CABALLO


 


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Érase una vez un pequeño burro de carga lleno de mataduras y medio muerto de hambre, al que su cruel amo llamaba por el nombre de Josep. El pobre burrito era explotado sistemáticamente por aquel desaprensivo, que no dudaba en castigarle con un vergajo que se había preparado con una vara de sarmiento, cuando el agotado asno flaqueaba en su trabajo. El animal trabajaba de sol a sol y solo obtenía como recompensa una exigua ración de pienso. Extenuado y lleno de llagas purulentas, pasaba los días amargado, y sin tiempo ni siquiera para descansar. 
 



La avaricia de sus dueños era tal, que viendo las ganancias que su burro les proporcionaba cada día con su trabajo, le convencieron para que trabajara dos horas más para tener derecho a recibir su exigua ración de comida. Él, comentaba con otros burros en iguales condiciones que las suyas lo que sus propietarios le hacían, y trataba de convencerles de que eso era lo correcto. Es decir: era un burro esclavo y se comportaba cómo tal,  y al mismo tiempo, se sentía la mar de orgulloso de serlo.

Lo hacía entusiasmado, dándose mucha importancia y presumiendo de ello. Mientras tanto, sus avaros y malvados dueños engordaban cada día un poco más, y cada día se hacían más ricos. 
 


Viendo lo tonto e ignorante que era su burro, compraron otros cuantos espécimenes de la misma familia, para arar sus tierras y aumentar su fortuna. Cuando llegaron los nuevos burros les hicieron trabajar día y noche, mientras su hacienda iba creciendo y creciendo, hasta limites insospechados.

De repente un día, uno de los burros más viejos de nombre Pere se paró a pensar que aquella familia no era buena con ellos; todo lo contrario. Poco a poco su mente burril se dio cuenta de que en realidad eran explotados y matados de hambre y de sed. 
 



Un día especialmente duro, cuando cargaba sobre su lomo una descomunal piedra, le dijo al burro Josep.

─Mira chico: yo creo que esta gente es muy mala y nos está matando de trabajar. Deberíamos hacer alguna reivindicación laboral. ¿No te das cuenta de que todo lo que ganan es para ellos sin mejorar nuestras condiciones de vida? El burro Josep que era más bien tonto y además un pelota acusica, fue con el cuento a sus amos creyendo que estos se lo agradecerían. 
 
 
El tontorrón de Josep no contaba con la mala ralea de sus amos, y se quedó asombrado cuando estos le agradecieron el chivatazo, dándole como premio una pequeña zanahoria, y exijiéndole seguir trabajando y espiando a sus compañeros.
 
Mientras, los malvados explotadores de burros se reunieron muy preocupados y se dijeron. "Estos burros son muy tontos pero se están empezando a dar cuenta de que los matamos a trabajar".
Tenemos que hacer algo urgentemente. Entonces los avaros sinvergüenzas, Arturín de la Masía, Jordi Pujos y el ogro Polifemo Funqueras, junto con toda la mafia explotadora de burros, encargaron a unos expertos en manipulación mental, montar un tinglado lo suficientemente importante como para tenerles ocupados sus pequeños cerebros, y que no rechistaran. 
Después de largas deliberaciones y de gastarse en expertos el presupuesto de la comida de los burros, decidieron que había que convencer a los acémilas de que no eran burros, sino bellos caballos de raza. 



Que los burros de la comarca eran superiores al resto de los cuadrúpedos de las otras regiones, y que su forma de rebuznar era diferente. Que sus llagas y heridas no eran tal, que sus miserables vidas eran en realidad maravillosas, y así sucesivamente.

Sin pérdida de tiempo se pusieron manos a la obra y no contentos con lavarles su pequeño cerebro, les convencieron de que los causantes de todos sus males eran los habitantes de los pueblos vecinos. Lo hicieron tan a conciencia, que se inventaron una historia en la cual ellos eran los héroes, y todos los demás los villanos.

Y ahí siguen: Los burros más burros que nunca aún cuando ellos piensan que son bellos caballos, odiando a sus vecinos sin ningún motivo, lloriqueando todo el día cómo plañideras, y creyéndose superiores a todo bicho viviente. 



Mientras, los jefazos de la manada se ríen a mandíbula batiente, comen y engordan cada día un poco más, y ahítos de poder y de dinero, que se llevan con el mayor descaro a todos los paraísos fiscales conocidos, manipulan a la población de burros que cada día son un poquito más acémilas.



Conclusión: No se puede sacar nada de una cabeza vacía.
Dedicado a todos los cabezas huecas que creen que por nacer en un lugar o en otro, son superiores al resto de los mortales.
¡¡Mirar como me carcajeo de vosotros acémilas!!