domingo, 22 de septiembre de 2013

EL BURRO CATALÁN QUE SE CREÍA CABALLO


 


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Érase una vez un pequeño burro de carga lleno de mataduras y medio muerto de hambre, al que su cruel amo llamaba por el nombre de Josep. El pobre burrito era explotado sistemáticamente por aquel desaprensivo, que no dudaba en castigarle con un vergajo que se había preparado con una vara de sarmiento, cuando el agotado asno flaqueaba en su trabajo. El animal trabajaba de sol a sol y solo obtenía como recompensa una exigua ración de pienso. Extenuado y lleno de llagas purulentas, pasaba los días amargado, y sin tiempo ni siquiera para descansar. 
 



La avaricia de sus dueños era tal, que viendo las ganancias que su burro les proporcionaba cada día con su trabajo, le convencieron para que trabajara dos horas más para tener derecho a recibir su exigua ración de comida. Él, comentaba con otros burros en iguales condiciones que las suyas lo que sus propietarios le hacían, y trataba de convencerles de que eso era lo correcto. Es decir: era un burro esclavo y se comportaba cómo tal,  y al mismo tiempo, se sentía la mar de orgulloso de serlo.

Lo hacía entusiasmado, dándose mucha importancia y presumiendo de ello. Mientras tanto, sus avaros y malvados dueños engordaban cada día un poco más, y cada día se hacían más ricos. 
 


Viendo lo tonto e ignorante que era su burro, compraron otros cuantos espécimenes de la misma familia, para arar sus tierras y aumentar su fortuna. Cuando llegaron los nuevos burros les hicieron trabajar día y noche, mientras su hacienda iba creciendo y creciendo, hasta limites insospechados.

De repente un día, uno de los burros más viejos de nombre Pere se paró a pensar que aquella familia no era buena con ellos; todo lo contrario. Poco a poco su mente burril se dio cuenta de que en realidad eran explotados y matados de hambre y de sed. 
 



Un día especialmente duro, cuando cargaba sobre su lomo una descomunal piedra, le dijo al burro Josep.

─Mira chico: yo creo que esta gente es muy mala y nos está matando de trabajar. Deberíamos hacer alguna reivindicación laboral. ¿No te das cuenta de que todo lo que ganan es para ellos sin mejorar nuestras condiciones de vida? El burro Josep que era más bien tonto y además un pelota acusica, fue con el cuento a sus amos creyendo que estos se lo agradecerían. 
 
 
El tontorrón de Josep no contaba con la mala ralea de sus amos, y se quedó asombrado cuando estos le agradecieron el chivatazo, dándole como premio una pequeña zanahoria, y exijiéndole seguir trabajando y espiando a sus compañeros.
 
Mientras, los malvados explotadores de burros se reunieron muy preocupados y se dijeron. "Estos burros son muy tontos pero se están empezando a dar cuenta de que los matamos a trabajar".
Tenemos que hacer algo urgentemente. Entonces los avaros sinvergüenzas, Arturín de la Masía, Jordi Pujos y el ogro Polifemo Funqueras, junto con toda la mafia explotadora de burros, encargaron a unos expertos en manipulación mental, montar un tinglado lo suficientemente importante como para tenerles ocupados sus pequeños cerebros, y que no rechistaran. 
Después de largas deliberaciones y de gastarse en expertos el presupuesto de la comida de los burros, decidieron que había que convencer a los acémilas de que no eran burros, sino bellos caballos de raza. 



Que los burros de la comarca eran superiores al resto de los cuadrúpedos de las otras regiones, y que su forma de rebuznar era diferente. Que sus llagas y heridas no eran tal, que sus miserables vidas eran en realidad maravillosas, y así sucesivamente.

Sin pérdida de tiempo se pusieron manos a la obra y no contentos con lavarles su pequeño cerebro, les convencieron de que los causantes de todos sus males eran los habitantes de los pueblos vecinos. Lo hicieron tan a conciencia, que se inventaron una historia en la cual ellos eran los héroes, y todos los demás los villanos.

Y ahí siguen: Los burros más burros que nunca aún cuando ellos piensan que son bellos caballos, odiando a sus vecinos sin ningún motivo, lloriqueando todo el día cómo plañideras, y creyéndose superiores a todo bicho viviente. 



Mientras, los jefazos de la manada se ríen a mandíbula batiente, comen y engordan cada día un poco más, y ahítos de poder y de dinero, que se llevan con el mayor descaro a todos los paraísos fiscales conocidos, manipulan a la población de burros que cada día son un poquito más acémilas.



Conclusión: No se puede sacar nada de una cabeza vacía.
Dedicado a todos los cabezas huecas que creen que por nacer en un lugar o en otro, son superiores al resto de los mortales.
¡¡Mirar como me carcajeo de vosotros acémilas!!

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