sábado, 23 de agosto de 2014

UNA TRISTE HISTORIA




El tío Arsenio tenía diez vacas. Las llevaba todos los días a pastar a la montaña que hay junto a su pueblo. De esta forma, las vacas, le daban cada día 20 litros de la mejor leche por cabeza. La empresa lechera local acudía a diario a recogerle la leche al domicilio y le pagaban un buen precio por ella, pues valoraban  mucho su calidad. La central lechera era muy famosa por sus productos lácteos y tenía una fiel clientela a nivel regional. El tío Arsenio estaba muy contento. Ganaba lo suficiente para vivir tranquilamente, pagaba sus impuestos al Estado y al ayuntamiento, generaba empleo a través de los servicios de un veterinario y de las pequeñas compras que realizaba a sus proveedores para mantener su granja. También generaba riqueza en su pueblo, comprando en el supermercado o la panadería, así como en la tasca del Indalecio donde degustaba unos vasitos de vino y se jugaba la partidita. Incluso tenía unos pequeños beneficios, los cuales iba ahorrando para el futuro.
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La empresa lechera local crecía gracias en parte a la calidad de sus productos, y a la excelente materia prima de la leche de las vacas del tío Arsenio. Así que ésta, le pidió al segundo que aumentara su producción para poder abastecer a la fiel clientela. Al tío Arsenio no le agradaba mucho la idea, pero ante el miedo de perder a su único cliente, accedió y pidió un préstamo al banco, que junto con el dinero que había ahorrado, le sirvió para comprar diez vacas más. Como tener tantas vacas le generaba mucho trabajo, decidió contratar a un ayudante con su correspondiente cotización a la seguridad social. De esta forma, el tío Arsenio empezó a generar empleo directo y más riqueza para el pueblo.
Pero, al poco tiempo, una multinacional se fijó en la empresa lechera local e hizo una oferta millonaria por ella, que los dueños ya mayores, no pudieron rechazar. La multinacional invirtió en la empresa lechera, optimizó sus procesos para ser competitivos, despidió al 30% de la plantilla para mejorar la productividad y le dijo al tío Arsenio que debía bajar el precio de la leche si quería que le siguieran comprando. La excusa que le dieron fue que el precio lo ponen unos señores en Londres para garantizar la estabilidad de los precios de las materias primas en el mercado y bla, bla, bla.
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·         Al tío Arsenio no le salían las cuentas. Si quería pagar el préstamo al banco, no podía pagar al ayudante, por lo que tuvo que despedirlo y hacerse cargo él sólo de todas las vacas. Además, la multinacional le pidió que aumentara la cantidad de leche para vender. El tío Arsenio le comentó a la multinacional que no tenía dinero para comprar más vacas. La multinacional le aconsejó que comprara pienso, como complemento a la dieta natural de las vacas, para engordarlas más y que dieran más leche, aunque así se perdiera algo de calidad. Pero se ganaría en productividad. Al comprar pienso los gastos del tío Arsenio aumentaron. Con el precio al que vendía la leche, ya no le daba para pagar al banco, a proveedores y para poder vivir él. Desesperado por mantener a sus vacas, decidió ir al banco a pedir otro préstamo, pero se lo denegaron porque un señor del departamento de riesgos, situado en otro país, decidió que no era viable. Al no poder hacer frente a sus pagos, el banco embargó la granja al tío Arsenio. El banco abandonó la granja, esperando venderla, y sacrificó a las vacas porque le suponían altos costes de mantenimiento.
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En la actualidad, el tío Arsenio ya no paga impuestos, no genera empleo directo ni indirecto, ni ningún tipo de riqueza para el pueblo. El tío Arsenio le cuesta al estado 420€ mensuales por una ayuda no contributiva, que apenas le da para pagar el alquiler de una habitación, luz y agua, teniendo que pedir todas las semanas ayuda al comedor social de la zona para poder subsistir y cuyos fondos son obtenidos por ayudas del Estado.
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La multinacional cerró la fábrica lechera para ubicarla en un país extranjero, donde los costes son menores, aumentando así sus ya enormes beneficios. Despidió a todo su personal.
Y colorín, colorado este cuento se ha acabado. Les suena ¿Verdad?

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